viernes, 18 de diciembre de 2015

Tres tiros

No he de proferir adornada falsedad ni poner
tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para
decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Rafael Cadenas
***
"No puedo dejar de asociar el convencimiento del enfermo de que el mundo le habla, con la pretensión de los poetas de poder leer las señales del mundo para luego traducirlas’ en ritmos y en imágenes. Y me duelo del horrible parloteo del universo en los oídos de mi hijo y de saber que lo que para mí ha sido siempre un gozoso ejercicio de inmersión en la realidad, al agigantarse en su cabeza era para él tortura infernal, fuente de miedo".
***
"¿Cuántas maneras hay de suicidarse? ¿Hay más dulces, más estéticas, más románticas que otras? Las hay repulsivas, como la del que se ahorca -que no tiene en cuenta al pobre miserable que descubrirá el cadáver-, o torturantes, como la del que se toma un veneno: Lugones, que ingirió whisky y arsénico para morir, tuvo tales convulsiones que el catre en el que yacía se desplazó de un lado a otro de la escueta habitación de hotel donde se alojaba. Las hay también absurdas y dolorosas a la vez, como la del que se autodegüella, o la del que muere dándose cabezazos contra las paredes de la celda. Y orgullosas y rodeadas de rituales, como la de Mishima, que se hizo el harakiri delante de la tropa japonesa. Y hay muertes dulces, según dicen, como la del que se hunde en la nieve y muere por congelación, o la del que enciende el motor de su automóvil en un recinto cerrado y muere por asfixia. El más aséptico de los suicidios es tal vez el del que ingiere una cantidad tal de somníferos que se hunde silenciosamente en una oscuridad sin orillas. Y el más estético, aunque no menos atroz, el de aquel que entra en el agua con sus bolsillos llenos de piedras".
Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett, Alfaguara, Bogotá, 2013

sábado, 5 de diciembre de 2015

Adventure

La chica con la que aprendió a tomar whisky estudiaba Letras. Había empezado a decir palabras como "tortuoso", "atareada", y a profundizar el oído -odio- con la música. De Johnny Cash a Pearl Jam, de Liquid Sould a Cabaret Voltaire. Hurt, AliveThreading the needleI want youEra una vieja conocida que había reconvertido su piel, de pronto, en una nueva aventura. ¿Que hasta dónde fue esa aventura que construyó él mismo? De una: hasta que esa noche de primavera,
después de que la puteara en tres idiomas,
la chica le presentó,
sin deslumbrarse,
a la psicóloga rubia.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Imágenes

"En la tarea de recordar, las imágenes, en lucha desigual para lograr actualizar escenas del pasado, entablan un circuito enloquecido de ida y vuelta, trayecto en el que siguen el proceso continuo que las conduce de la oscuridad a la luz".

Materia y memoriaHenri Bergson, Cactus, 2006

martes, 10 de noviembre de 2015

Cinco

​El sueño recurrente es que a la edad que tenga -17, 21, 25- caigo en la práctica y veo a mis compañeros entrenándose: copas de los árboles que se mueven por el viento, olor a pasto recién cortado, trotes alrededor de la cancha, ruido de pelotazos, y busco con desesperación al entrenador de la categoría que, como dejé a los 16 años el club, ​a mitad de Séptima, no sabe quién carajo soy.
-Vos no me conocés, seguro. Tal vez te hablaron de mí. Yo jugaba acá, con ellos, en la 89.
Y ahí me despierto.
El sueño de ser futbolista no se hizo realidad para mí: para millones. Es una tormenta que aún rompe en la noche de la mente. Pero Damián, como se dice en la jerga, "llegó". "Lemos llegó". Son menos del uno por ciento los que llegan. De nuestra categoría, el único que juega como profesional, si este puto periodista chequeó tres veces la información.

Después de un par de subidones, sufriste ahora el descenso con Nueva Chicago.

Abrazo grande, Cabeza. 

En las malas mucho más.

(Una vez te tiré un caño y pasé limpio entre el ocho que cerraba y vos, porque el mejor cinco de la foto, coincidimos en Matadores, mientras te entrevistaba sentado en la escalera de la salida del vestuario, es el de la remera).

lunes, 19 de octubre de 2015

Aquí y ahora

“Todo lo que producís en estado cannábico es lo contrario a la tensión. En el combate, si estás nervioso, todas las técnicas que sabés se frenan y te hacés lento. Yo llevé esto a torneos mundiales de artes marciales. Fumado me sentía híper concentrado: era como ver al otro en cámara lenta, y eso agudizaba mi observación, lo que en combate se dice aquí y ahora. No importa el pasado ni el futuro, pensar eso te hace más lento; me ha pasado de no saber si perdía o ganaba. Eso es aquí y ahora. Es no estar pendiente del marcador y no especular. Es estar suspendido en el aire, pero con todos los sentidos puestos en un instante. Yo fumaba, entraba al tatami y hacía desastres. Hice técnicas que nadie había hecho antes. Lo mejor de todo es que después, cuando luchaba sin haber fumado, las técnicas aprendidas estaban ahí, disponibles; no se habían quedado en la imaginación. ¿Y por qué digo esto? Porque trasladé esa experiencia, de incorporar técnicas marciales en estados cannábicos, a los robos. No a robar drogado, sino a fumar marihuana en la preparación de un golpe. Hubo robos que no se hubieran dado con el equilibrio moral que se dieron, si no hubiera sido por el consumo de marihuana”.
Fernando Araujo, líder del robo al Banco Río, en Sin armas ni rencores, Rodolfo Palacios, 2014

miércoles, 7 de octubre de 2015

Tensiones

"El progreso está vinculado con todo este desarrollo tecnológico que, aparentemente, nos ha dado mayor comunicabilidad. Pero también creo que nos ha traído bastantes ordalías. Cada día hay más ataques de pánico, cada día hay más estrés, cada día hay más tensiones. Cuando estaba vinculado a algunos movimientos que más tarde se llamaron hippies, queríamos tener un lugar de resistencia, porque queríamos ser un aviso acerca de las tensiones que iba a tener el espíritu humano en el futuro. Y no nos equivocamos. Me parece que todas esas tensiones que produce la tecnología son gruesas, son duras, y requieren de un sistema operativo preparado para eso".

Rocambole: arte, diseño y contracultura, Ricardo Cohen, Troupe Comunicación, 2014

sábado, 26 de septiembre de 2015

El deporte III

"El deporte permite hablar del mundo, de la vida, de la política, de la sociedad, de la gente. Por eso voy a seguir escribiendo sobre el deporte. Porque es la mayor máquina para la creación de narrativa. Y si usted escribe algo sobre el juego, sea juguetón".

lunes, 24 de agosto de 2015

Paranoia

"El estado de paranoia hace que uno esté permanentemente cuestionando y buscando no aceptar determinadas situaciones que se presentan como dadas". Stephen Mallinder

Postpunk: Romper todo y empezar de nuevo, Simon Reynolds, Caja Negra, 2013

sábado, 11 de julio de 2015

Barras

La moral de la clase media pide “eliminar” a las barras bravas, como si se tratara de apretar un botón para que el misil salga y dé con el objetivo.
En la cancha del Módulo 3 del penal de Ezeiza hay barras. De afuera, a Ezequiel le mandaron cinco camisetas de Racing. De ahí que su equipo se vista de blanco y celeste en el torneo. Él tiene la 22 de Diego Milito, y apenas me vuelve a ver, me advierte: “Cuidate los tobillos, Beto Vietto”. Héctor, desde un costado, mueve acompasadamente el inflador de la pelota mientras camina por el borde imaginario del terreno de juego. Es gigante. Lleva la de Almirante Brown, porque es de La Banda Mostro. No juega: apenas señala cuándo es lateral, y se cobra lateral, porque si Héctor lo dice, está bien, es así. El Chucky está medio fané. Se sienta a un costado para ver los partidos. Pero le insisten y va un rato al arco con el conjunto deportivo de Chacarita.
Más que “eliminar” a los barrabravas -¿qué piden en verdad los que después filman con sus celulares la entrada de la barra y cantan sus consignas?- habría que volver a decir que las barras son fuerza de choque, mano de obra, del poder político y sindical sin distinción, y aliadas en el negocio del fútbol con las fuerzas de seguridad. ¿Acaso la exigencia no es para los políticos y para la policía? El periodismo de indignación suele poner cintillos tales como “Basta de violencia”. ¿Cuánta genera? Leonardo Farinella, el director de Olé, el único diario deportivo de Argentina, llegó a ofrecerles a los lectores un póster de Fernando Cavenaghi parado en el paraavalanchas de Los Borrachos del Tablón.
¿Son sólo culpables entonces Ezequiel, Héctor y Chucky?
La pregunta no va para ellos, que ya conocen las respuestas. 
Le pregunto a Ezequiel otra cosa: por qué nos agradecen tanto la visita en el marco del taller de periodismo.
“La última vez que salimos a jugar al fútbol fue el año pasado -dice-, porque tuvimos un bardo con las nuevas autoridades. Esta es la primera vez en este año. ¿Cómo no les vamos a agradecer, boludo?”.

Foto: Ana Encabo.

lunes, 29 de junio de 2015

Mambo

Para mí que estoy enfermo.
Hace tres meses que no juego a la pelota y en seis horas voy a intentarlo de nuevo.
La rodilla derecha no sé si está curada y tampoco sé si el traumatólogo me dice que sí, que está curada, y entonces le creo y ya me curé.

***

"Buscás el dolor". 
Victoria.

***

Mañana -en seis horas- voy a volver y voy a seguir pensando que, a pesar de respetarte, M., coincidimos en un momento de la noche con N. que ella -ella, C.- te mira como para siempre.

***

"Trato de no pedir demasiado, ¿viste? No sé. El que da mucho también está pidiendo mucho... Para mí el amor es muy importante en mi vida, ¿no? En ese sentido, no soy una mujer tan moderna. Y trato entonces de descomprimir. Mi trabajo diario es distraerme un poco para que dé mejor resultado. Cuando descomprimo todo funciona mejor. Porque si no entro en mi propia trampa, ¿viste? Si me pongo a observar mucho al hombre termina siempre fallando".
Violeta.

***

Me atravesó un rayo de pies a cabeza,
y todo cambió adentro y afuera de mí (en mi cara y en mi corazón).
Ahora me recorro con precisión,
y sólo atiendo mi lección (y sólo sigo mi propio GPS).

***



***

¡Banzai!

viernes, 12 de junio de 2015

Periodistas

Ya no estaremos más —exclamó Fulgence—. Siendo periodista tú no pensarás en nosotros más de lo que la muchacha de la Ópera que, brillando, adorada, en su coche forrado de seda, ya no piensa en su pueblo, sus vacas y sus zuecos. Tú tienes en demasía las cualidades del periodista: el brillo y la improvisación del pensamiento. Nunca te negarás un rasgo de ingenio, aunque haga llorar a un amigo. Veo a los periodistas en los salones de los teatros. Me causan horror. El periodismo es un infierno, un abismo de iniquidades, de mentiras, de traiciones, que no se puede atravesar y de donde no se puede salir en estado de pureza sino protegido, al igual que Dante, por el divino laurel de Virgilio.

Ilusiones perdidas, Honoré de Balzac, 1835-1843

sábado, 16 de mayo de 2015

Entretiempo

Es el comienzo del fin de la posibilidad de perder con River y llorar en La Bombonera.
Los jugadores ya están en su campo. Los ojos llorosos, las caras hinchadas, las espaldas quemadas. Bengala y gas pimienta. Socios del club y policías. De pronto, un canoso de traje y corbata corre con otros detrás: es el presidente Rodolfo D'Onofrio. Arriba de las cabezas, sube y baja un dron con un fantasma de la B. Leonardo Pisculichi le tira un pelotazo para bajarlo. Le erra. Hay dos barras bravas en el estadio, una en cada bandeja media. Ha pasado un primer tiempo en el que Boca se dedicó a tirar envíos de guión: de Guillermo Burdisso y Daniel Díaz a Cristian Pavón y Federico Carrizo, con Fernando Gago con el llanto y la queja a flor de piel, con Pablo Pérez tirándose con los pies para adelante cuando el árbitro ya había cobrado falta. La respuesta a las patadas y a las faltas de River en el Monumental son patadas y faltas. Boca pierde uno a cero, y antes de que la manga sea nuestro Vietnam, en general, se hablaba en las tribunas de por qué Nicolás Lodeiro en el banco, de cómo entrarle a las gallinas, de qué debía cambiar el entrenador Rodolfo Arruabarrena. 
Al pedo. Porque la histeria de la trilogía de superclásicos llega al colmo.
En el banco apantallan a Leonardo Ponzio. El equipo de Boca hace el acting: los jugadores se mueven, pican, se posicionan. Roger Bello, el carcamán de la Conmebol, entra en la escena de circo para decidir si continúa el partido. A su lado, el hombre de la chalina blanca: Jorge Antico, el gerente de Torneos y Competencias, la productora dueña del show televisivo de la Copa Libertadores. Los hinchas, de a poco, enfilan para la salida. Antes, incluso, de que la voz del estadio anuncie la suspensión. Sentido común. Abajo hay más policías, bomberos, seguridad privada, más dirigentes. Por el borde cercano a la platea camina el vicepresidente segundo Juan Carlos Crespi, la campera de cuero de Tony Soprano. Todo menos un partido de fútbol. Pasan los minutos. El presidente Daniel Angelici se refugia en la manga. Si sale, lo putea la cancha. Menos la barra brava. 
La delegación de River intenta salir por el túnel hacia el vestuario visitante. Botellazos desde la platea de copetudos, desde el lugar de los tipos que pagan miles de pesos. Los imitadores de barrabravas. El hincha es lo más sano del fútbol. 
Ahora, mientras escribo, leo un zócalo en el programa Estudio Fútbol: "¿La vergüenza más grande del fútbol argentino?”. ¿Las muertes en el fútbol argentino? La hipocresía y la exageración de la prensa que, después, se lava las manos.
Como los futbolistas. Arruabarrena sale junto a Marcelo Gallardo y los jugadores de River esquivando las botellas. Sus dirigidos le dan la espalda. Agustín Orion, el Capitán Escarlata de Angelici, pega un par de gritos y el plantel saluda a La Doce. No a los cuatro costados. Gago y Orion. Los referentes post Juan Román Riquelme. Los que se deglutieron a Carlos Bianchi. El jugador es lo más sano del fútbol.
Nos quitamos hasta la experiencia del dolor. “El fútbol siempre da revancha -dijo el escritor bostero Sergio Olguín-. La estupidez no”.

Foto: Mariano Vega.

lunes, 4 de mayo de 2015

El número diez

Por lo que a nosotros se refiere, la pregunta es ésta: si a los bárbaros les resulta necesaria una espectacularidad de los gestos, ¿cómo es posible que hayan llegado al absurdo de eliminar precisamente el aspecto más espectacular de ese juego, es decir, el talento individual, o incluso la marca del artista, esto es, el número diez? ¿Por qué golpean precisamente el aspecto en el que ese gesto parece asumir su dimensión más elevada, más noble, más artística? No es una pregunta únicamente futbolística, porque, como a estas alturas empezarán a comprender, se trata de un fenómeno que podremos encontrar en casi todas las aldeas saqueadas por los bárbaros. Se dirigen directamente adonde se encuentra el corazón más elevado del asunto y lo destruyen. ¿Por qué? Y sobre todo: ¿qué ganan con semejante sacrificio? ¿O es violencia estúpida, pura y simplemente? En el caso del fútbol puede ser útil, de nuevo, detenerse a observar una vieja foto en blanco y negro. Sólo un vistazo, y ya veremos cómo es útil.

Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Fútbol 2Alessandro Baricco, 2006
Nota relacionada: El enganche

miércoles, 22 de abril de 2015

Mirada

“Yo soy un enamorado del fútbol, incapaz de tener un juicio objetivo de los partidos que veo, pero además no creo en la objetividad del ojo humano. Pienso que no vemos todos de la misma manera las mismas cosas. Y que incluso las vemos de distinta manera según la hora, la época del año o la etapa de la vida. La mirada humana es muy subjetiva, y yo no me arrepiento de mis propias pasiones, aunque éste es un tiempo bastante frígido, que parece condenarnos a arrepentirnos de toda pasión y a ver las cosas con la debida distancia para poder sacar provecho de ellas. Yo no quiero sacar provecho de mis experiencias. Quiero simplemente vivirlas. Y no me interesa vivir para ganar, pero sí vivir para sentir. Por suerte, al fútbol lo sigo sintiendo muy intensamente, a pesar de que me consta que a nivel profesional tiene mucho de cochino negocio”.


Eduardo Galeano, Un caño, 2010

martes, 21 de abril de 2015

Roma

Los dueños italoamericanos presentaron la maqueta del nuevo estadio de la Roma. A los pocos días, estalló un escándalo de corrupción y mafia en el gobierno de la capital. “Quieren que Francesco Totti dé el puntapié inicial, pero, ¿qué edad tendrá cuando por fin se inaugure?”, se preguntaron los hinchas. 
En Italia, donde a menudo las lealtades familiares y regionales van en contra de la concepción nacional, nos cuenta acá el periodista Peter Simek, hay un amor compartido: el fútbol -el calcio- une a la gente. James Pallotta e Italo Zanzi piensan que la Roma es una marca global sin explotar porque identifica a un sitio turístico por excelencia. Pero se chocan con la idiosincrasia: para los ultras del club la violencia es un medio de vida y los romanos disfrutan de un semidiós de 38 años que festeja los goles chupándose el dedo gordo de la mano derecha, ya que Il Capitano es el apodo de Totti para el mundo exterior: en Roma lo llaman Er Pupone, “el bebé grande” en dialecto local. 
“Lo que los romanos ven como una forma muy sentida de autoexpresión, los estadounidenses ven como una especie de entretenimiento, como una experiencia para ganar dinero -marca Simek-. La pregunta es si esas visiones pueden, o incluso deben, coexistir”.

martes, 24 de marzo de 2015

Enterrar

-Parrottino te mato.

Pablo se descolgó de la persiana de metal del estacionamiento, la agitó sin demasiada fuerza, giró y quedó de frente al escudo de Boca que iluminaba la noche de azul y amarillo. En el medio, yo, y lo que me dijo: una sentencia nerviosa de corrido: parrottinotemato. 

Salió disparado por la calle Brandsen. Le preguntó a un pibe que se asomaba desde La Glorieta de Quique si el hombre que cuidaba los autos se había ido. Con sus palabras, casi que lo mandó a que se fijara si seguía adentro del galpón, acariciando al perro, escondido en la oscuridad del tinglado en el que guardan los autos los días de partido los empleados de Boca. Miró desde la vereda. Y no: se había rajado.

Pablo trabaja ahora como jefe de prensa del club. Hace dos años me editaba notas en el diario. Cuando terminó el partido con Defensa y Justicia y bajé a escribir al departamento de prensa, me dijo que dejara la notebook a un costado, que me sentara en su computadora. Sus compañeros se empezaron a ir mientras escribía la nota. Tardaba. Tuve que dejar unos minutos la compu para que subieran un video al canal oficial de Boca en YouTube. No es excusa. Me gusta tomarme mi tiempo. Chequear y rechequear. Agregar una palabra, citar, cortar una frase, darle un rulo al final. Cuando hay margen, soy lento. “No te la puedo creer. Otra vez me estás enterrando, Parrotta”, me jodió, y me sacó una foto sentado en el escritorio. Se la envió por WhatsApp al editor que esperaba mi texto en la redacción. “Que se apure o pego un cable de Télam”, le respondió. Enterrar, en el argot del periodismo gráfico, es la acción de tardar más de la cuenta, de sobrepasarse de la hora de cierre. Pensé que lo tendría que enterrar de verdad cuando lo escuché decir que había quedado guardado en la guantera del auto el pasaporte -y la valija en el baúl-, y que en siete horas volaba a Venezuela junto al equipo. Pablo traspiraba, hacía y recibía llamados, traspiraba más, caminaba ya por los pasillos de La Bombonera, volvía al hall, pasaba por el costado del busto de Camilo Cichero. Ensayó, en vano, una técnica de respiración oriental. Imaginó al viejo cuidacoches empinando un vaso de vino tinto en un tugurio de La Boca. Era sábado a la noche. Se intuyó explicándole a uno y a otro por qué se perdía la primera salida al exterior con Boca.

Pasó una hora. O más. Un último llamado lo calmó un poco. Igual iba y venía. Se asomó por la puerta tres, al costado de las ventanillas de Cobranzas y, entonces, vio venir a paso firme por el pasaje Juan de Dios Filiberto a Silvestre, el capataz del estadio que vive a tres cuadras, un señor de unos cincuenta y tantos, corpulento, canoso, con ropa de trabajo Pampero.

-Estaba leyendo el diario. No hay problema.

Silvestre nos condujo al cuarto de maestranza y abrió una cajita amurada a la pared en la que, nos contó, se guardan las copias de las llaves de La Bombonera. En el fondo, estaba maravillado por conocer un lugar secreto de la cancha: soy bostero. Pero era ahora el cofre de la felicidad. “Vamos a probar si andan, porque las hice hace poco”. Pablo pensó que sí, que podía pasar que se trabaran en las rendijas porque justo ese día había bajado para plastificar el cartelito que coloca en el parabrisas e identifica de quién es el auto, porque justo ese día le había caído yo y se había ofrecido a bancarme, porque por diez putos minutos, por mala suerte, según nos contó el guardia de seguridad del hall, habíamos perdido al viejo del estacionamiento. Pensé que qué bueno que el club tenga empleados que vivan cerca de la cancha; y pensé esto: no hay nada más lúgubre que La Bombonera de noche después de un partido: papeles que se aspiran, luces que se apagan, gritos que se alejan. La desolación. El vacío después del lleno.  

Cruzamos. La puerta abrió. Feliz domingo.

En el camino de vuelta, arriba del auto, sólo hablamos de lo que había pasado. “Me sentí un hijo de puta, Pablín, el peor del mundo”, le comenté. “Tendrías que haber visto tu carita en el hall”, me sorprendió. ¿Era yo el que lo miraba a él o al revés? Todavía resuena en mi cabeza: Parrottino te mato: parrottinotemato. 

Porque si había un entierro, había una muerte.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Laferrere

“Los campeonatos de penales. Está ese mito. De tres jugadores siempre se habló de eso: de la Vieja Moreno, de Ortigoza, y de Garrafa Sánchez. ¿Es verdad? ¿No es verdad? 'No, no existen más', nos decían. Bueno, después de un año, un tipo nos dijo: 'Pero el campeonato que jugaba Garrafa todavía se juega'. Empezamos a contactar a los tipos. En las afueras, en la periferia de Laferrere. Ellos les dicen 'en los kilómetros'. Entonces vamos a los tipos y primero te desconfían, piensan que sos de Chiche Gelblung. 'No, no, es por Garrafa'. 'Ah, Garrafa jugaba con nosotros. Él me ganó la final a mí'. Y entonces te empiezan a contar las historias. 'Yo hace seis años que vivo de patear penales'. Es una cosa lúgubre: se juntan a las diez de la noche y terminan a las seis de la mañana. 'Acá lo único que tenemos es potrero, acá no hay boliche, no hay bar, es la nada misma, ¿con qué nos vamos a divertir?'. Y lo loco es que si bien se juega por plata, porque Garrafa siempre se defendía diciendo eso, él decía eso y que jugaba para divertirse. Y los tipos se cagan de risa. Y si vos vas a un casino te das cuenta de la tensión, de la enfermedad de la gente. Son los cien mangos que en otro contexto un tipo se gasta un sábado a la noche en una salida. La diversión de estos tipos es salir a patear la pelota”.

Sergio "Cherco" Smietniansky, productor ejecutivo de El Garrafa. Una película de fulbo

lunes, 23 de febrero de 2015

Castañas asadas

"Y entonces, oh milagro de los milagros, oh duende o hada o ángel o vaya a saber uno qué bicho real o mitológico, fue que pasó algo. Algo concreto que se sumó a todo lo demás e hizo que eso que intentaba contener se derramara a mares hacia el lugar correcto. Algo que a veces me pasa, algo indefinible, una sensación al borde de un sentimiento que no se puede cristalizar en una expresión concreta, que necesita vueltas y vueltas del lenguaje para tomar forma, para poder asomar fantasmalmente, al menos un poco, su silueta. Algo que es desesperante pero a la vez salva de la desesperación. Eso que 'es', aunque no tengo la más remota idea de lo que digo cuando digo esto.
Pero a mí me pasa, y yo sé que a muchos les pasa: que a todos los que escribimos nos pasa, que a todos los solitarios nos pasa, que a todos los que extrañamos lo perdido nos pasa, que a todos los que lloramos por tonterías nos pasa, que a todos los que no tuvimos dónde dormir nos pasa, que a todos los que estuvimos presos, enfermos o muertos, nos pasa. A todos los que podemos contarlo, a todos nosotros, nos pasa. Y me pasó: castañas asadas. Eso fue lo que pasó. Justo cuando me levantaba para despedir al jardinero negro de barba blanca de huesos de polvo sentí el aroma. En un principio no pude definirlo, pero era perfecto, era el anticipo perfecto de algo perfecto, de 'eso' que iba a venir a visitarme, por unos pocos segundos, una vez más. Y fue justo cuando sinhá Mari me servía mi taza de café recién preparado que se completó la orquesta. Porque justo cuando miro a mi suegra, que se iba hacia el fondo, y miro al jardinero y después miro a sinhá Mari, es que suspiro chiquito, desde un lugar secreto del corazón o del alma. Ella sonrió, como sabiendo íntimamente algo que yo ignoraba.
Castanhas assadas dijo".
El camino de la luna, "Castañas asadas", Pablo Ramos, Alfaguara, 2012

domingo, 8 de febrero de 2015

Esto es Boca

-¿Qué es y qué cabe en la frase “Esto es Boca”?
-Boca es el equipo que se agranda en las malas, el que prefiere jugar de visitante. Al que le echan un jugador y se agranda. Es la pasión mezclada con la habilidad, porque históricamente Boca ha tenido grandes habilidosos. Boca aplaude el caño de Riquelme y también la patada de Krupoviesa. Es esa combinación. Es el aguante, no entendido como la tradición de los últimos años, vinculada a cierta militancia con los grupos de rock, sino el aguante, la idea de esperar al ídolo caído, el famoso “los goles que ya van a venir”, que le cantaban a Saturno, que nunca hizo un puto gol en Boca y le aplaudían la bicicleta. Es esperar hasta que se vaya Bianchi, no echarlo. Es esa cosa cargada de dramatismo que implica dar vuelta un resultado. Me acuerdo de una crónica de Osvaldo Ardizzone del ‘78, previa al Mundial, de un Boca-Chacarita que se jugó un viernes. Boca iba perdiendo 3-1 y lo dio vuelta en los últimos 15 minutos y lo ganó 4-3. La última parte empezaba así: “Los suizos nunca supieron del terror que podía despertar un reloj. La agarra Lacava Schell, las medias caídas, se la pasa…”. Tenía una carga dramática. Me acuerdo de ese partido porque el de los viernes lo transmitían. Y no me acuerdo casi imágenes, pero tengo grabada la crónica. Y eso era Boca. Ese dramatismo. Esos triunfos afuera. Ganarle al Real Madrid cuando era el equipo más importante del mundo. Y ganarle como le ganó. Tocándola, con Riquelme en su mejor momento. Esas cosas son las que más se relacionan con ser de Boca.

"Boca aplaude el caño de Román y la patada de Krupoviesa"
Sergio Olguín, 
Tiempo Argentino
2015

martes, 27 de enero de 2015

El poder de Riquelme

Román tiene once hermanos. Es el hijo mayor de la familia Riquelme. Ernesto -Cacho, o Piturro para los íntimos, por aquel personaje pícaro de la historieta cordobesa de Julio Olivera- es el padre exigente.
"Román no era de hablar mucho. Era como ahora: cuando no le gusta algo sí que habla y después no. Hoy habla un poco más porque tiene que hablar un poquito más, pero siempre fue así", cuenta Cacho, y revela características que su primogénito aplica no solo al momento de hablar, sino al moverse en la vida. "Las cosas que sentía que estaban mal las decía. Y Boca es Boca. Ahí es distinto a todo. Después fue a Europa y ahí tuvo que hablar por contrato. Cuando vos decís las cosas que pensás, esté mal o esté bien, y sea contrario a la gente poderosa, no les gusta. Pasa en todo ámbito. A veces no podés hablar porque si no te meten un voleo en el orto. A veces uno tiene que callarse. Pero él nunca se calló lo que piensa".
El poder de la villa es el Topo Gigio que le hizo en 2001 a Mauricio Macri, entonces el presidente de Boca, hoy el alcalde de Buenos Aires, en una Bombonera ardiente: las manos detrás de las orejas para que el niño rico escuche desde el palco vidriado. El poder del crack es asistir a Martín Palermo para el gol récord, el 219, el que lo convirtió en el goleador histórico del club, y eludir el abrazo del festejo para marcar que él no pacta con La Doce, la barra brava. El poder del ídolo es inclinar La Bombonera a su favor y en contra de Diego Maradona. El poder de su juego es apuntarle a Héctor Veira que no jugaría de "carrilero". El poder de su figura es que la presidenta Cristina Fernández diga, minutos después de ser reelegida en 2011, que estaba feliz como Riquelme.
El poder también fueron las decisiones del corazón: en 1996, después de un par de pruebas truncas, le dijo a Marcos Franchi, su representante, que a pesar de que River le ofrecía más del doble de dinero que Boca, no podía aceptarlo porque no entraba a la casa. Dijo lo que pensaba y, al final, el 10 de noviembre de aquel año debutó con la camiseta azul y amarilla ante Unión de Santa Fe con la ocho en la espalda. Fue dos a cero, y el segundo lo metió el Negro Fernando Cáceres después de un pase-gol de Riquelme. Ese día, La Bombonera coreó su apellido dos veces durante el partido. Fernando Pacini, el periodista del campo de juego, lo entrevistó.
-Riquelme, ¿qué se siente? La primera vez que jugás en esta cancha, ovacionado…
-No, no es la primera. Jugué en Reserva. Pero esto es impresionante, no se puede creer... La verdad que es un sueño.
-No lo podés creer, ¿no?
-No, no, es algo impresionante.
-Jugaste un partido bárbaro.
-Ah, pregúntenle eso al técnico.

martes, 6 de enero de 2015