martes, 27 de enero de 2015

El poder de Riquelme

Román tiene once hermanos. Es el hijo mayor de la familia Riquelme. Ernesto -Cacho, o Piturro para los íntimos, por aquel personaje pícaro de la historieta cordobesa de Julio Olivera- es el padre exigente.
"Román no era de hablar mucho. Era como ahora: cuando no le gusta algo sí que habla y después no. Hoy habla un poco más porque tiene que hablar un poquito más, pero siempre fue así", cuenta Cacho, y revela características que su primogénito aplica no solo al momento de hablar, sino al moverse en la vida. "Las cosas que sentía que estaban mal las decía. Y Boca es Boca. Ahí es distinto a todo. Después fue a Europa y ahí tuvo que hablar por contrato. Cuando vos decís las cosas que pensás, esté mal o esté bien, y sea contrario a la gente poderosa, no les gusta. Pasa en todo ámbito. A veces no podés hablar porque si no te meten un voleo en el orto. A veces uno tiene que callarse. Pero él nunca se calló lo que piensa".
El poder de la villa es el Topo Gigio que le hizo en 2001 a Mauricio Macri, entonces el presidente de Boca, hoy el alcalde de Buenos Aires, en una Bombonera ardiente: las manos detrás de las orejas para que el niño rico escuche desde el palco vidriado. El poder del crack es asistir a Martín Palermo para el gol récord, el 219, el que lo convirtió en el goleador histórico del club, y eludir el abrazo del festejo para marcar que él no pacta con La Doce, la barra brava. El poder del ídolo es inclinar La Bombonera a su favor y en contra de Diego Maradona. El poder de su juego es apuntarle a Héctor Veira que no jugaría de "carrilero". El poder de su figura es que la presidenta Cristina Fernández diga, minutos después de ser reelegida en 2011, que estaba feliz como Riquelme.
El poder también fueron las decisiones del corazón: en 1996, después de un par de pruebas truncas, le dijo a Marcos Franchi, su representante, que a pesar de que River le ofrecía más del doble de dinero que Boca, no podía aceptarlo porque no entraba a la casa. Dijo lo que pensaba y, al final, el 10 de noviembre de aquel año debutó con la camiseta azul y amarilla ante Unión de Santa Fe con la ocho en la espalda. Fue dos a cero, y el segundo lo metió el Negro Fernando Cáceres después de un pase-gol de Riquelme. Ese día, La Bombonera coreó su apellido dos veces durante el partido. Fernando Pacini, el periodista del campo de juego, lo entrevistó.
-Riquelme, ¿qué se siente? La primera vez que jugás en esta cancha, ovacionado…
-No, no es la primera. Jugué en Reserva. Pero esto es impresionante, no se puede creer... La verdad que es un sueño.
-No lo podés creer, ¿no?
-No, no, es algo impresionante.
-Jugaste un partido bárbaro.
-Ah, pregúntenle eso al técnico.

martes, 6 de enero de 2015