lunes, 27 de agosto de 2018

Ríos fangosos poblados de peces veloces

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Mr. Schaeffer sintió de repente un ataque de timidez. Tras saludar al capitán con una inclinación, desapareció entre las sombras de la explanada. Y permaneció allí, susurrando los nombres de las estrellas a medida que iban abriendo sus flores en lo alto del cielo. Le gustaban mucho las estrellas, pero aquella noche no le sirvieron de consuelo; no bastaron para recordarle que lo que nos ocurre a los que vivimos en la tierra carece de importancia contemplado desde el eterno fulgor de la eternidad. Mirándolas, volvió a pensar en la guitarra tachonada de brillantes, en su relumbrón mundano.

Podría decirse de Mr. Schaeffer que en toda su vida sólo había hecho una cosa mala de verdad: había matado a un hombre. Las circunstancias de ese crimen carecen de importancia, y sólo vale la pena mencionar que aquel hombre merecía la muerte y que por ella Mr. Schaeffer fue sentenciado a noventa y nueve años y un día. Durante mucho tiempo -de hecho, muchísimos años- no había pensado en cómo era su vida antes de llegar a la granja. Su recuerdo de aquellos tiempos era como una casa deshabitada en la que hasta el mobiliario ha terminado pudriéndose. Pero esa noche parecía que hubiesen encendido las lámparas de todas aquellas tenebrosas habitaciones muertas. Este fenómeno comenzó a producirse en cuanto vio que Tico Feo surgía de la oscuridad con su espléndida guitarra. Hasta ese momento no se había sentido solo. Sin embargo, ahora que reconocía su soledad, también se sentía vivo. No había querido vivir. Estar vivo equivalía a recordar ríos fangosos poblados de peces veloces, el brillo del sol en el cabello de una mujer.


Mr. Schaeffer dejó caer la cabeza. El brillo de las estrellas le humedeció los ojos.


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Una guitarra de diamantes (1950), Truman Capote

lunes, 20 de agosto de 2018

La fuerza

Liliana Heker y Abelardo Castillo.
"No es la escritura en sí misma lo que me da náusea, sino el entorno literario, del que no es posible escapar y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera. No creo en nuestra intelligentsia, que es hipócrita, falsa, histérica, maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se lamenta, ya que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos". 

Antón Chéjov en Sin trama y sin final, de Piero Brunello.

[Foto en Diarios (1954-1991), Abelardo Castillo, Alfaguara, 2014]

lunes, 6 de agosto de 2018

El arma

"Los medios de comunicación no son el cuarto poder. Son el arma fundamental de los poderosos del mundo. Hay que tomar en cuenta, por ejemplo, que desapareció el Mercosur y en meses estaba Barack Obama mirando el petróleo y le tocaron el hombro y le dijeron: 'Mirá lo que está pasando acá. Acá también hay agua...'. Los americanos, dicen, aprenden geografía invadiendo. En la mentalidad de un artista popular, tengo mi paranoia. Creo que por más que uno sea paranoico, puede ser que te estén siguiendo, ¿no? Y un poco la idea que tengo es que, cuando hay en el sur tierras y terratenientes americanos, son la excusa que necesitan siempre para mandar a los marines. El día que un grupo de gente vaya a entrar a esos campos y qué se yo, van a decir: 'Para proteger a nuestros ciudadanos en el exterior, acá están nuestros gloriosos Green Beret'. Entonces los medios de comunicación han sido el arma que han tenido. Las empresas de prensa que hay en toda Latinoamérica han sido las que han volteado los gobiernos, la prensa hegemónica, como la llaman ahora, los medios más importantes, llamémosle. Por eso también agrego, para no implicar una dimensión de ese tipo, esta necesidad que tengo de que siga existiendo otra voz, una voz disonante".

Indio Solari, acá, 2 de agosto de 2018