“Tengo un recuerdo súper fuerte de estar ahí adentro, porque el periodismo deportivo es muy heavy metal. Los periodistas deportivos, salvo excepciones, se mimetizan mucho con lo que es el ambiente del fútbol. Son medio cabeza de coco, chauvinistas, peores que los barrabravas. Olé fue un diario hijo de la flexibilización laboral, donde muchos por muy poca plata teníamos que hacer mucho. Igual, para mí, fue como estar en Islandia, porque vos venís de esos lugares y te sirve. Me dio mucha ductilidad para trabajar sobre los cierres, porque tenés que saber hacerlo porque si no sos boleta. Capitalismo puro. Era muy quemante laburar ahí. Laburábamos desde las once de la mañana hasta muy tarde, y siguiendo el paradigma del periodista deportivo, que te asesina para ir a un Mundial, que si vos querés salir con una chica y juega la Selección, tenés que quedarte a ver a la Selección, que no podés tener francos porque tenés que transpirar la camiseta como los jugadores; y aparte, si pasa una vaca volando y no tiene botines, no se da cuenta. En general no me gusta el periodismo deportivo. Es como una voz constante y horrible sobre el mundo que está todo el tiempo diciendo estupideces y que te destruye la cabeza. El otro día fui a un cumpleaños con mi hija y le ponían a los chiquitos canciones de Disney, de Violetta. Los volvían locos. Fijate esos programas que hay en diferentes canales: hay siete tipos hablando y entre los siete no logran un sujeto y un predicado, una idea inquietante. Siempre lo mismo. Es insoportable. Es un poco lo que hace Vignolo. '¡Qué lindo es volver a verte, Argentina!'. El único periodista deportista que es jugador pero se metió en el periodismo deportivo que es un analista increíble es Diego Latorre. Y está al lado de Vignolo. Parece un mito griego: un tipo que grita estupideces y un tipo que trata de entender el mundo”.
Testimonio de Fabián Casas, "Quién es quién en Olé", Diario sobre diarios, 2014
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