sábado, 27 de diciembre de 2014

La Bombonera

"Fricia dice que hoy no tiene sentido hacer una cancha como se hizo la Bombonera en 1940. Es como volver a hacer el Coliseo de Roma con los mismos materiales y el mismo régimen de mano de obra con que se construyó hace casi dos mil años: inviable. Los datos surgen de la Bombonera como ráfagas de ficción. La distancia entre los bordes de las cabeceras más altas es de 180 metros y la altura es de 32 metros. Está clavada sobre 72 pilotes de 12 metros de profundidad, unas raíces monstruosas de hormigón que se hunden en la antigüedad de la tierra. Las juntas de dilatación oscilan 6 centímetros cuando los hinchas saltan sobre las tribunas, que no sufren porque el coeficiente de seguridad con que fueron hechas es casi el doble del que se utiliza en la construcción actual. Hubo una prueba de fuego el 16 de diciembre de 1962, cuando Boca dio su enésima vuelta olímpica en un partido contra Estudiantes de La Plata. Ese día entraron 83 mil personas (el doble de las que se permite entrar hoy), la mayoría acomodadas en parejas, de perfil, dándose la cara como bailarines a la espera que suene el tango.
Pero el alma arquitectónica de la Bombonera, según Gagliardo, se ve en sus 61 pórticos. Vistos en corte, son las 'costillas' que sostienen el estadio, y no todas son iguales. Cada uno -imaginemos que estamos dibujando a mano alzada ese corte- tiene un perímetro de más de cien metros. En el plano sobresale la belleza barroca de la composición. Obligados por Sulčič y sus socios a responder a la presión del terreno, insuficiente para los propósitos de gigantismo que perseguía el estadio, encontraron en la necesidad de ir hacia arriba la posibilidad de ir hacia el arte. Los tres niveles de las tribunas, que los hinchas llamamos bandejas, y quienes las construyeron llaman 'escamas', tienen la magia de la asimetría.
La ligera inclinación de la tribuna baja se agrava en la tribuna media y llega a los 44º en la tercera, un ángulo de vértigo por el que el espectador no alcanza a saber si lo que está experimentando es un ascenso, una caída o un suspenso insoportable entre ambos peligros. Lo que sostiene esas plataformas volátiles es lo que los arquitectos llaman solicitación de carga combinada, lo que hace que el esfuerzo de la estructura funcione a diferentes niveles según la cancha esté vacía o llena. La máxima expresión de ese recurso, por el que la física alcanza estatus de milagro, no está en la Bombonera sino a pocos metros, en el trampolín de la pileta, una pieza entera de hormigón, curva, por la que el ingeniero Delpini -que hizo del hormigón un mundo que podía competir con la eternidad y le dio posteridad a su nombre- creyó llegar a la perfección".

Con el corazón en la Boca, La Bombonera: intimidad del mundo exterior, Juan Becerra, Aguilar, 2014

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