lunes, 28 de junio de 2021

Formaciones

—¿Cómo no se dieron cuenta de que no es de un equipo campeón?

Ella había tirado la pregunta como si nada pasara alrededor, mirando la foto en el celular. Tomaban mate sentados en una mesa de la plaza. Al costado, los trenes iban y venían.

Él, según ella, era “el dueño de los detalles”.

Ella tenía puesta la gorra del Mundial de Estados Unidos 94 que le había sacado a él de su casa. Le extendió el celular para que viera la foto. Era la típica formación de un equipo antes de un partido: era la selección argentina antes de la final con Alemania en Brasil 2014.

Marcos Rojo casi que está fuera de foco, hasta estira la mano para tocar a Demichelis, que grita vagamente, sin destino. A Garay parece que alguien le dijo: “Pibe, parate ahí”. Chiquito Romero ya es un héroe cansado. Mascherano mira fijo, sufre por el poco resto físico. El Pipita Higuaín tiene una mueca de felicidad, la última antes del escarnio público por los goles errados. A Enzo Pérez le brilla el pelo azabache y sabe que dará todo pero que no alcanzará. Messi tiene la cara rígida, cerrada, y clava las manos como si fueran estacas sobre las rodillas. Arriba de él, Biglia lo contiene, no vaya a ser que cruja segundos antes de que empiece la final. Zabaleta no da a basto con el abrazo de águila que les da a sus compañeros. Lavezzi es postureo. Y esto no es una publicidad de calzoncillos, Pocho: es la final del Mundial en el Maracaná y, ay, se vienen los alemanes…

...

—En cambio —dijo después— mirá esta facha.

Él la había escuchado hablar acerca de la importancia de conservar la individualidad en las relaciones. Odiaba lo que le provocaba, porque intuía lo que haría una vez más. “Para mantener un puente, las columnas tienen que estar separadas”, le había dicho después de que le preguntara qué significaban las palabras de un tatuaje que le había visto algunas veces. Siempre se preguntaban por los tatuajes. A ella le encantaba uno que él llevaba en el brazo: una mujer acostada, mirando el cielo, o el más allá, con un libro abierto sobre el pecho.

Esta vez no llovía. Cada vez hacía más y más calor, habían fumado, y ella le propuso volver para tomar unas cervezas tirados debajo del aire acondicionado. Había vuelto a su casa después del día en que se conocieron. A él le gustaba dejarse llevar por ella, como la primera vez. Y lo volvería a hacer, por última vez. Pero antes vio la “facha”: la formación de la selección argentina antes de la final con Alemania en México 86.

Con los brazos cruzados, el primero de la fila de parados de izquierda a derecha, el Checho Batista mira como preguntándose si de verdad es necesario que saquen la foto. Cucciufo y el Vasco Olarticoechea simbolizan la seguridad y la confianza. Nery Pumpido posa como posan los arqueros, abrazándose con los guantes, y de su boca sale un grito seco. El Tata Brown es un busto viviente, qué percha. Ruggeri sonríe pícaro, esperando que se vengan los alemanes. Diego se saborea, recorre con la lengua su boca, y exhibe el brazalete de capitán. Burruchaga mira un tanto inconsciente, sin saber que va a meter el 3 a 2, el gol que le dará el Mundial a la selección. El Gringo Giusti directamente esquiva la foto, los ojos hacia un costado. El Negro Enrique es un sex symbol, ya dio el mejor pase gol de la historia del fútbol, a Maradona contra los ingleses. Valdano se erige en cuchillas, las rodillas como aspas. Están apiñados, pegotéandose las pieles en el calor del Azteca, porque faltan horas para levantar la Copa.

...

“¿Querés escribir 'Detalles III'?”, le había dicho la había pinchado, según ella— hacía un tiempo, cuando habían vuelto a hablar después de largos meses de silencio, cuando se habían reencontrado otra vez, cuando la sentía más cerca. A él también los detalles le generaban amor.

Pero no se puede vivir de los detalles, aunque ahí estuviera la verdad.

Ella lo sabía.