viernes, 24 de mayo de 2019

Disparar

Se acercó al parapeto y comenzó a disparar de pie. Cada disparo lo vengaba de un antiguo escrúpulo... Un tiro sobre Marcelle, a la que debí abandonar; un tiro sobre Odette, con la que no quise acostarme. Este por los libros que no me atreví a escribir, este por los viajes que me negué, este por todos los tipos, en bloque, a los que tuve ganas de odiar pero intenté comprender... Disparaba... Las leyes volaban por el aire... Amarás a tu prójimo: pam, sobre ese idiota... No matarás: pam, sobre ese títere... Disparaba contra el Hombre, contra la Virtud, contra el Mundo... Disparó y miró el reloj: catorce minutos y treinta segundos. Ya bastaba con pedir treinta segundos más... Disparó contra toda la Belleza de la Tierra, contra la calle, las flores y los jardines, contra todo lo que había amado. La Belleza se zambulló obscenamente y Mathieu disparó todavía. Disparó: era puro, era todopoderoso, era libre... Quince minutos

Los caminos de la libertad, Jean-Paul Sartre

jueves, 23 de mayo de 2019

Kid Francis

Cuando Francesco Buonagurio vivió en la Argentina, en los rings y en las calles lo conocieron como Kid Francis. Había nacido el 7 de octubre de 1907 en Nápoles. El 20 de junio de 1924, en la confitería porteña L'Aiglon, Kid Francis estuvo a punto de dejar el invicto en el país ante Constantino Gutiérrez, tercer campeón argentino de peso mosca. Pero selló, al final, un récord de siete presentaciones con triunfos y retornó a París, su lugar de residencia, donde venció al local Charles Ledoux en una pelea que el escritor Ernest Hemingway incluyó en The sun also rises. Buonagurio, en total, ganó 89 combates -21 por nocaut-, perdió 12 y empató 8. En junio de 1931 había aparecido en la tapa de la revista The Ring, la biblia del boxeo. Cuando las tropas nazis invadieron Francia en 1940, fue capturado y enviado al campo de concentración de Auschwitz. Buonagurio era ítalo-judío. Un día de 1943 fue asesinado. Tenía 35 años. Había sobrevivido los últimos tres porque lo obligaban a pelear con judíos y gitanos los miércoles y domingos a la noche. Los oficiales nazis apostaban dinero. Su premio: pan, sopa y más vida. Ganó cerca de 300 peleas seguidas, hasta que perdió. Y los perdedores eran ejecutados y quemados. Como una marioneta, Kid Francis los entretuvo en los descansos de la muerte.

sábado, 11 de mayo de 2019

Periodistas II

No existe lo que se llama periodismo independiente, a menos que se trate de un periódico de una pequeña villa rural. Ustedes lo saben y yo lo sé. No hay ni uno solo entre nosotros que ose expresar por escrito su honrada opinión, pero, si lo hiciera, sabe perfectamente que nuestro escrito no sería nunca publicado.
Me pagan 150 dólares semanales para que no publique mi honrada opinión en el periódico en el cual he trabajado tantos años. Muchos, entre nosotros, reciben salarios parecidos por un trabajo igual al mío. Y si uno cualquiera de nosotros estuviera lo suficientemente loco para escribir su honrada opinión se encontraría en medio de la calle buscando un empleo cualquiera, exceptuando el de periodista.
El oficio de periodista en Nueva York, y yo creo que en todas partes, consiste en destruir la verdad, mentir claramente, pervertir, envilecer, arrojarse a los pies de Mammón, vender su propia raza y su patria para asegurarse el pan cotidiano.
Ustedes lo saben y yo lo sé; así pues, ¿a qué viene esta locura de brindar por la salud de un periodismo independiente?
Somos las herramientas y los lacayos de unos hombres extraordinariamente ricos que permanecen entre bambalinas. Somos unas marionetas; ellos tiran de los hilos y nosotros bailamos al son que ellos quieren.
Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas, son propiedad de otros hombres. Somos unas prostitutas espirituales.
John Swinton, redactor jefe de The New York Times entre 1860 y 1870, en una cena en su honor brindada por el gremio de prensa en 1880