sábado, 17 de agosto de 2019

Juventud

El hombre aspira, por un lado, a la madurez, a la plenitud, a convertirse en un ser acabado, es decir, a ser alguien similar a Dios. Y, por otro lado, está fascinado por la juventud. ¿Por qué? Porque la juventud es la vida, es la fase ascendente, es la fase en que uno es cada vez más vital. Que uno no haya conocido aún el fracaso, quizás, no sea tan importante. Lo importante es que todos esos movimientos son ascendentes durante la juventud. Entonces aquel que envejece, naturalmente, el que se siente amenazado por la muerte, tiene una nostalgia muy profunda por la juventud, y creo que esa nostalgia, en nuestra cultura actual, ha sido camuflada. No se le ha dado suficiente lugar a ella, y yo lo veo en nuestra manera de sentir la belleza. Ahora existe una crisis enorme: se niega la belleza clásica, la belleza perfecta, se busca la belleza inferior y la belleza imperfecta, y es algo enorme, porque eso cambia los gustos. Envejecer es otra cosa. Schopenhauer hizo una buena comparación, como todas las comparaciones de Schopenhauer. Dijo que la vida misma es así: se sube y, después, se baja. Pero cuando uno sube no ve que está detrás, es decir, la muerte. Es sólo cuando se llega a la cima, cuando uno empieza a ver. Es una cuestión espiritual y biológica muy distinta la de la juventud y la del hombre adulto. Todo lo que uno hace es una negación a envejecer. Evidentemente, todo lo que uno hace, incluso tomarse una taza de café con leche, significa negarse a envejecer. Eso es evidente. Cada uno busca la vida.

Witold Gombrowicz, escritor polaco