La moral de la clase media pide “eliminar” a las barras bravas, como si se tratara de apretar un botón para que el misil salga y dé con el objetivo.
En la cancha del Módulo 3 del penal de Ezeiza hay barras. De afuera, a Ezequiel le mandaron cinco camisetas de Racing. De ahí que su equipo se vista de blanco y celeste en el torneo. Él tiene la 22 de Diego Milito, y apenas me vuelve a ver, me advierte: “Cuidate los tobillos, Beto Vietto”. Héctor, desde un costado, mueve acompasadamente el inflador de la pelota mientras camina por el borde imaginario del terreno de juego. Es gigante. Lleva la de Almirante Brown, porque es de La Banda Mostro. No juega: apenas señala cuándo es lateral, y se cobra lateral, porque si Héctor lo dice, está bien, es así. El Chucky está medio fané. Se sienta a un costado para ver los partidos. Pero le insisten y va un rato al arco con el conjunto deportivo de Chacarita.
Más que “eliminar” a los barrabravas -¿qué piden en verdad los que después filman con sus celulares la entrada de la barra y cantan sus consignas?- habría que volver a decir que las barras son fuerza de choque, mano de obra, del poder político y sindical sin distinción, y aliadas en el negocio del fútbol con las fuerzas de seguridad. ¿Acaso la exigencia no es para los políticos y para la policía? El periodismo de indignación suele poner cintillos tales como “Basta de violencia”. ¿Cuánta genera? Leonardo Farinella, el director de Olé, el único diario deportivo de Argentina, llegó a ofrecerles a los lectores un póster de Fernando Cavenaghi parado en el paraavalanchas de Los Borrachos del Tablón.
¿Son sólo culpables entonces Ezequiel, Héctor y Chucky?
La pregunta no va para ellos, que ya conocen las respuestas.
Le pregunto a Ezequiel otra cosa: por qué nos agradecen tanto la visita en el marco del taller de periodismo.
“La última vez que salimos a jugar al fútbol fue el año pasado -dice-, porque tuvimos un bardo con las nuevas autoridades. Esta es la primera vez en este año. ¿Cómo no les vamos a agradecer, boludo?”.
Foto: Ana Encabo.
sábado, 11 de julio de 2015
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