-Con mi viejo no sé cuánto tiempo podemos hablar de fútbol… Mi viejo se llama José. Es maestro de escuela jubilado. Estuvo preso durante ocho años, sobre todo en el Penal de Libertad. Fue militante tupamaro. Y ahora trabaja en la dirección de la coordinación de educación y cultura del Instituto Nacional de Rehabilitación. Mi viejo me contó toda su vida un gol cuando estaba en cana en la dictadura, entre el 74 y el 82, rodeado de milicos que llegaban a poner guita para ver qué equipo de presos ganaba. Mi viejo jugaba de 9. Agarra una pelota mal picada, la toca con el taco por arriba a un volante, la acomoda y viene el zaguero y como si nada se la tira con el taco por arriba, y se va a enfrentar con el arquero, el Memo, y se la toca de vuelta por arriba de taco: tres veces la misma jugaba. Y cuando la frena para definir se para y le amaga que la va a tocar a un costado y se la toca para el otro y el arquero se desparrama a un costado… Me gustaría decir que el gol fue a la izquierda y el arquero también fue para la izquierda… Golazo, y los milicos aplaudían en plena dictadura. Tá. Una vez, en una comida entre presos políticos, fuimos todos los hijos. Vino, asado, rituales paganos, y mi viejo me dice: “Este es el Memo”. Le miro las manos y eran así, enormes, él corpulento, y le digo: “Memo, tengo que hablar contigo. ¿Cómo fue el gol? Decime la verdad”. Me dice: “No sé cómo te lo cuentan”. “Decimelo vos”, le digo. Y me lo contó: “La pelota le picó mal se la tiró por encima al volante la enganchó de taco por encima del zaguero y cuando yo le salí me la pasó por arriba me hizo un amague y me la puso contra el palo contrario y los milicos aplaudían”. Era tal cual.
Agustín Lucas, futbolista y poeta
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