Pensamos las fotos que no sacamos.
Sobre el acoplado de un camión, cuando el día le deja el paso a la noche y el color de Tandil es anaranjado, un flaco con gorro piluso flamea una bandera y, abajo, el malón que camina hacia el recital. Nou click. No la sacamos por paja. Pero, sobre todo, porque el aquí y ahora es más potente -es, ya no es-, porque estamos de acuerdo con el paisa Pablo Emilio: los mejores momentos de la vida, humanito mío, no se publican: se disfrutan. Un Fiat Uno cubierto de polvo con el baúl abierto va a paso de hombre por la ruta provincial 226: hacia afuera, un parlante casi del tamaño del auto tira las canciones de los Redondos con un sonido crujiente. Podría ser otra foto. Como, mirá, pelotudo, mirá eso…
Pero no.
A la mierda.
Somos nosotros: estar entre nosotros, bancarse entre nosotros, conocerse entre nosotros, repetirse entre nosotros, jugarse entre nosotros, recargarse entre nosotros: ser, a pura muerte, a todo gramo, uno y nosotros.
"Y es que de todo esto sólo quedarán cenizas, quedará el recuerdo, serán anécdotas, serán historias de vejez, de que algún día un grupo de amigos, de hermanos, compartieron una noche de música, una noche de amistad, retratada en nuestras pupilas”, escribe el Negro Luis Fernández.
Y el día después,
que es domingo,
es más domingo
que cualquier otro.
domingo, 13 de marzo de 2016
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